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La última etapa a la que Nerea Riesco dedica sus páginas completa los años de pleno desarrollo abarcando desde recuerdos de juventud hasta planes de futuro. La manera en la que se narran estas historias nos transporta sin duda a la especulación sobre realidades alternativas, pensamos sin querer en cómo podrían haber sido las vidas de estos personajes en circunstancias más propicias. 

La historia nos la cuenta Tomasín, el nieto de Tomás, un niño de siete años que quiere hacerle un regalo a su abuelo, porque cuando el hombre era pequeño no había juguetes y nunca tuvo ninguno. Por eso quiere comprarle una cometa, porque sabe que le gustan mucho y siempre se para a mirarlas en el escaparate de una tienda por la que pasan todos los días. Como no tiene dinero, se le ocurre una idea para conseguirlo, pero... sus planes no le salen como él quería exactamente.    

Miguel, un niño de siete años la mar de simpático nos habla de las grandes injusticias que cometen los mayores con él: para unas cosas es muy pequeño y para otras muy mayor ¡vaya lío! También nos cuenta cómo ve él a su papá: con un poco de barriguita porque se apunta al gimnasio pero no va nunca; nos habla de su mamá, una mujer que cuando tiene frío se empeña en abrigar a todos los demás.

¿Cómo conocí yo a Arsenio Lupin? La respuesta es fácil: la casualidad únicamente ha presidido una elección en la cual mis méritos no cuentan para nada. Es la casualidad que me ha puesto sobre ese camino. Es por casualidad que yo he estado mezclado a una de sus más extrañas y de sus más misteriosas aventuras, y es por casualidad, en suma, que yo fui actor en un drama del que él fue el maravilloso director; drama oscuro y complejo, erizado de tales peripecias, que experimento un cierto embarazo en el momento de emprender el relato.

¡Nuestro héroe nacional, Arsenio Lupín, debido a la colaboración del gran detective británico Sherlock Holmes, cae en las garras de Ganimard! Holmes y Watson, con la satisfacción del trabajo cumplido, vuelven a Inglaterra. ¿Será capaz el Caballero Ladrón, de escaparse de nuevo, de los inútiles intentos de la justicia francesa para meterle entre rejas? Nada es lo que parece.

¿Cómo conocí yo a Arsenio Lupin? La respuesta es fácil: la casualidad únicamente ha presidido una elección en la cual mis méritos no cuentan para nada. Es la casualidad que me ha puesto sobre ese camino. Es por casualidad que yo he estado mezclado a una de sus más extrañas y de sus más misteriosas aventuras, y es por casualidad, en suma, que yo fui actor en un drama del que él fue el maravilloso director; drama oscuro y complejo, erizado de tales peripecias, que experimento un cierto embarazo en el momento de emprender el relato.

Mañana a las cuatro de la tarde, Sherlock Holmes, el gran policía inglés para quien no existen misterios; Sherlock Holmes, el más extraordinario descifrador de enigmas que jamás se haya visto, el prodigioso personaje que parece forjado de pies a cabeza por la imaginación de un novelista, será mi huésped. Hubo exclamaciones. ¡Sherlock Holmes en Thibermesnil! ¿Era esto en serio? ¿Arsenio Lupin se encontraba entonces realmente en aquella región?

Arsenio Lupín, se enfrenta a su archienemigo Ganimard en una nueva aventura. En esta ocasión, Lupín tendrá que ingeniárselas para conseguir cobrar un billete de lotería que ha conseguido robar a un noble francés. Para ello se verá ayudado por su misteriosa compañera La Dama Rubia.

El Conde de Otrec, aparece muerto en su habitación de un modo inexplicable. El legendario Diamante Azul, que a través de los años había llegado a su poder ha desaparecido tras su muerte. Todo parece apuntar a que nuestro amigo Arsenio Lupín y su misteriosa amiga La Dama Rubia andan detrás del escandaloso suceso que mantiene en vilo y alerta al detective Ganimard.

Arsenio Lupin empleó una media hora larga para abrir la segunda puerta, una puerta de cristales que daba al dormitorio. Pero lo hizo con tanta precaución, que aun en el caso de que la condesa no estuviera dormida, ningún crujido extraño la hubiera inquietado. Conforme a las indicaciones de su plano, no tenía más que seguir el contorno de un canapé. Esto lo llevaba a una butaca y luego a una mesita situada cerca de la cama. Sobre la mesa había una cajita de papel de cartas, y encerrada simplemente en esa caja estaba la perla negra.

Sherlock Holmes se pone al servicio de la familia que ha sido estafada por Arsenio Lupín. En esta ocasión el detective inglés Sherlock Holmes y Ganimard, parecen tener acorralado a Arsenio Lupín. ¿Será este el día en que la justicia le eche el guante al escurridizo ladrón francés?

En esta nueva aventura de Arsenio Lupín, sucede lo inesperado: Sherlock Holmes y el mismo Arsenio Lupín, se sentarán a la mesa y compartirán sus impresiones sobre los misteriosos casos que el famoso detective investiga. El flemático inglés parece pisar los talones a Arsenio Lupín, pero no se espera el giro que Lupín le tiene preparado y la sorpresa que el británico se lleva es mayúscula.

Un telegrama de Lupín llega a Londres para invitar a Holmes a que no se involucre en un nuevo caso de robo a un aristócrata. Esto, como Lupín se esperaba, es más que suficiente para que el detective inglés, vuelva a París para seguirle la pista. De nuevo van a poner en juego sus inteligencias en una contienda casi entre iguales.

En esta aventura Sherlock Holmes sigue adentrándose en el caso de La Lámpara Judía. Otra vez el escurridizo Lupín está al alcance de la mano del detective pero, ¿puede y quiere el antagonista acabar con el protagonista?

El señor Dugrival, tenía la mala costumbre, que a su mujer desagradaba enormemente, de llevar grandes cantidades de dinero encima, cuando iban a apostar en las carreras de caballos. Un elegante caballero se acercó a él un día, mientras esperaba para apostar y le dijo: -Discúlpeme, pero creo que esto es suyo.Y le entregó un reloj con una cadena de oro.

Lupin observaba con sus prismáticos a la joven que había salido del pequeño castillo de Montpertui a dar de comer a los pájaros. Pero de repente un enorme gran danés, salió de algún sitio y empezó a correr a toda velocidad hacia la joven ladrando enfurecido. Unos segundos después sonó un disparo. -Lo siento -dijo Lupin-, pero tenía que escoger entre el perro o usted. Mientras la joven le daba las gracias, Lupin examinó el collar del animal. -Alguien ha roto la cadena del perro. Creo que la quieren matar.

El marido de Ivonne Doriñy, quiere quitarle la custodia de su hijo y para ello ha urdido una pequeña conspiración rodeada de maldad. Ivonne, aterrorizada ante la idea de perder a su pequeño, se pone en contacto con la única persona que le inspiró confianza en el pasado: Horacio Velmont. Éste acude inmediatamente en su ayuda y diseña un plan para contrarrestar las acciones del marido de Ivonne. Todo gira en torno a su anillo de boda.

El granjero Gussot y sus fuertes cuatro hijos volvían un día del trabajo y cuando llegaron a casa se encontraron a su madre desmayada en el suelo. Alguien la había atacado. Cuando consiguieron que recuperar el conocimiento lo primero que dijo fue: -¡No es nada, no es nada! ¡Se ha llevado el dinero. Corred tras él! A punto estuvo el granjero Gussot, de cazar al ladrón. Pero se le escurrió entre los dedos. Sabían que la finca estaba vallada y sólo tenía una entrada.

-Lupin, mira esta vieja fotografía -le dije pasándole a mi amigo una vieja fotografía que había comprado en una tienda al lado del Sena. Lupin la examinó durante unos segundos y concluyó: -La foto es de muy mala calidad, pero el tema es agradable: el rincón del antiguo patio rodeado de columnas griegas, con el reloj de sol y el estanque de peces. Con esos bancos de piedra donde parece que el tiempo se hubiera detenido. Me gusta, pero, ¿qué es lo que tiene de especial?

Una tarde mientras le preguntaba a Lupin sobre sus casos más sonados, me empezó a dictar números, en lo que yo pensé era una serie completamente aleatoria. Tras varios minutos así, haciéndome poner en tela de juicio la cordura de Lupin, me di cuenta, de que los números representaban una secuencia de destellos, que parecía alguien estaba enviando desde una ventana del edificio del frente a nuestro. Era un mensaje.